Miles de planes y un solo día para hacerlos. Así son todos los días previos a los fines de semana: llamadas al móvil, correos electrónicos... ir y venir de objetivos, de compañeros de cordada, de valles. Y este puente de la Cincomarzada no iba a ser menos: primero Telera, al final Izas; primero Javi Pérez, dos hermanos Galve, Guillermo, Abel y yo, luego Guillermo no viene y más tarde Javi Pérez invita a otro Javi; primero la Colgada, al final
La Historia del Agua...
Izas es uno de los mejores valles del Pirineo español para practicar la escalada en hielo. No tiene un gran números de cascadas, pero todas tienen más de un largo, las hay de todas las dificultades (desde la más fácil, Ruta Jacobea, hasta los 60 m totalmente verticales de la Colgada), y todas de gran belleza.
La Historia del Agua es, sin duda, la más apetecida por la mayoría de los escaladores: no es fácil encontrar una cascada de su longitud (algo más de 300 m), ni tan variada (combina pasos sumamente estrechos con amplias cortinas de hielo, como la famosísima autopista visible desde muchos puntos de los valles vecinos).
Para conocer el acceso y la distribución de las principales
cascadas del valle de Izas, ver post anterior
Javi Pérez y los dos Galve, Javi y Chema, salen por un lado a primeras horas de la tarde del jueves, mientras que Abel queda en recogerme sobre las 8. Íbamos a dormir a la casa que los Galve tienen en Villanúa y como no tenía más datos y temiéndome lo peor cargué con un colchón de gomaespuma, una almohada, comida para cenar, hornillo... Nada de todo eso hizo falta, su casa no es como sus vivacs: dormimos en cama y nos invitaron a cenar y a cervezas. Todo un lujo.
Nos levantamos a las 6 de la mañana Abel, los dos Galve y yo, para intentar llegar los primeros a las cascadas y que no nos pisaran las vías. Y lo conseguimos. Javi Pérez había quedado con su amigo a las 8 y se evitó el madrugón. Enseguida llegamos al puente donde empieza la subida de la pista y tuvimos la primera sorpresa: no había ni nieve ni coches (si hubiéramos visto muchos coches malo, como no vimos ninguno malo también). A pesar de todo no pudimos llegar en coche hasta el collado porque en la última curva había todavía gran cantidad de nieve acumulada. Nos calzamos, nos echamos las mochis y subimos en 5 minutos al collado: ahí tampoco había coches ni apenas nieve, malo, malo. Temiéndonos lo peor, que íbamos a darnos un breve paseo matutino sin poder pinchar en hielo, empezamos la aproximación. En apenas 1 h llegamos al llano donde se encuentran todas las cascadas. No había nadie. Echamos un vistazo a las cascadas: Abel quería escalar la Colgada y los Galve
la Historia del agua. En seguida desechamos nuestra primera idea de darle a la Colgada: la subida de temperaturas de la semana anterior ha hecho mella en todas y se les ve escasas de hielo. Nos acercamos los 4 a l
a Historia del agua. Nada invitaba al optimismo: el primer largo se veía escaso, resquebrajado y hueco, Abel se había dejado en el coche todas las capas de abrigo: forro polar gorda y chaqueta de gore-tex... Los Galve no lo ven claro y todos le dejamos hacer a Abel. Empezamos a las 9 am.
L1: un cono de aproximadamente 50 m y fuerte inclinación 75-80º. Hay una reunión con paraboles a la derecha. Abel sube sin problemas y le sigo. Los otros dos Javi llegan y se nos unen. Los Galve vista la calidad del hielo y la cantidad de cordadas que nos íbamos a juntar se cambian a la Ruta Jacobea.
L2: comienza con un estrechamiento de 5-6 m de longitud de aproximadamente 70º que termina en una fácil pendiente que gira a la izquierda. Este largo me iba a tocar a mí, pero la salida estaba rota, apenas había un hilillo de hielo a la izquierda y le vuelve a tocar a Abel probar suerte. Este fue el punto de inflexión del día: Abel lo atacó con fe, pero estuvo a un tris de bajarse y ahí hubiera terminado nuestra excursión. Sin embargo, no cedió, buscó soluciones (colocó un clavo más que precario que le dio el puntito de decisión que necesitaba), superó el paso y terminó sin más dificultades el largo. Montó reunión en el primer emplazamiento que vio, pero me encontré dos más arriba en los primeros metros del L3 que hubieran permitido llegar a la R4 sin tener que salir a ensamble.
L3: el escudo. Comienza con una asequible pendiente, en cuyo lado izquierdo encontré dos reuniones de clavos, hasta una evidente bifurcación producida por un bloque vertical de roca y que termina al comienzo de un estrechamiento donde hay montada una reunión con clavos. Abel me invitó a ir de primero en este largo ya que yo lo había hecho ya la anterior ocasión. No pude negarme, pero no las tenía todas conmigo. Salí sin ninguna convicción y a pesar de no necesitarlo todavía me paré en el primer tornillo que puse y en las dos reuniones de clavos siguientes. Me paraba a descansar y a mirar con recelo lo que me esperaba: un muro durillo a 80-85º que me parecía interminable. Elegí el ramal de la izquierda. Pronto la fuerte inclinación hizo que tuviera que colgarme de cada tornillo para descansar de verdad. Y cada vez que miraba hacia arriba pensaba que no lo iba a lograr. Pero tenía a los dos Javis y a Abel mirándome y esperándome, así que volvía a salir y repetía el mismo ritual: escalaba 4-5 m hasta parar de nuevo, me colgaba de los piolets mientras metía el tornillo y a continuación me colgaba del tornillo para terminar de recuperar el aliento. Eso no es escalar ni es ná, es subir a gatas. Así llegué hasta el final del escudo, Abel me animaba diciendo que ahora iba a poder ir mejor porque la pendiente disminuía mucho. Y así fue, pero ahí me encontré un nuevo socavón, el agua que corría por debajo de la cascada había abierto un enorme agujero y evidenciaba el enorme hueco que separaba al hielo de la roca en ese tramo. Demasiado tarde para bajarme o para pedir sopitas a Abel. Procuré no pensar dónde había puesto el último tornillo y empecé a evaluar el mejor sitio por donde pasar. Muy a mi pesar tuve que dejar mi sutil estilo de darle hostias al hielo hasta hundir el piolet hasta la cruz y procuré no machacar demasiado el poco hielo que había. Comencé a escalar y me subí sobre un pequeño promontorio que cedió bajo mi pie: no era hielo, sino nieve dura. Seguí subiendo para no dar tiempo a que el miedo me paralizara, pero la cuerda se había terminado y Abel tuvo que salir unos pocos metros a ensamble para permitir que yo llegara hasta la reunión, a la que veía justo por encima de mi cabeza como una salvación que no llegaba nunca. Superado el boquete sólo quedaban unos pocos metros por una fuerte pendiente de nieve profunda que intenté subir deprisa, pero la cuerda me tiraba. Estiraba la mano y casi podía tocar la reunión. Tiré con fuerza para poder estirar la cuerda y por fin pude agarrar el cintajo. Una vez atado a la reunión y comenzar a asegurar a Abel me permití el lujo de mirar hacia abajo y ver el aleje que me había dado.
L4: los 6-8 m del estrechamiento terminan en una inclinada campa de nieve que te deja a pie de la autopista. Abel salió rapido porque la reunión no es muy amplia y quería dejar sitio a la cordada de los dos Javis. No subió toda la campa, sino que montó reunión en una roca a mitad de camino.
L5: terminé yo los 20-30 m que quedaba hasta la autopista. Monté reunión con un tornillo y mis piolets y subió Abel.
L6: la autopista es un enorme muro de hielo azul, anchísimo, de fuerte pendiente 85º con algún resalte más vertical. Abel enseguida se puso al tajo y escaló toda la longitud de la cuerda con facilidad. Montó reunión en el hielo con 3 tornillos porque sabía que luego iba el agüelo y había muchas opciones de que se colgara de las cuerdas. Además puso casi todos los tornillos suficientemente cerca para que pudiera llegar a ellos sin tener que realizar paradas intermedias. Aún no había llegado yo hasta donde me aseguraba Abel y ya habían terminado ese largo los dos Javis. Eso es velocidad.
L7: ya sólo quedaba un pequeño resalte y una suave pendiente a veces en hielo a veces con nieve. Abel me ofreció tirarle de primero, pero yo hacía rato que había llegado a la reserva y no quería arriesgarme. Los 40 m que había previsto a ojo Abel se convirtieron en casi 60 y la salida final deparó un nuevo momento de estrés: otro enorme agujero que casi atravesaba todo el paso. Javi Pérez lo atacó primero y lo aseguró con un clavo a la izquierda y un cintajo en un pinito a la derecha. Para terminar de complicar la jugada, por encima del agujero no había hielo, sino nieve blanda que no permitía enganchar los piolets.
Yo llegué a la última reunión a las 4 de la tarde, así que me costó 7h!!!! superar los 300 m de hielo de la vía. Esa es la velocidad de crucero del agüelo subiendo a gatas. Todo un récord. Quizá es demasiada cascada para mí, me falta resistencia. Y cuanto más cansado estaba peor escalaba: hacía algunos pasos bien, pero a medida que aumentaba el cansancio me preocupaba más de los piolets que de los pies, golpeaba (especialmente con la mano derecha) 3 o 4 veces en cada ocasión hasta que consideraba que el piolet estaba firmemente asentado y todo ese sobre esfuerzo hacía que aún me cansara más. Aún así no terminé ni con los gemelos ni con los brazos machacados: los descansos colgado de los piolets surtieron efecto. Me gusta escalar en hielo y cuando estoy muy cansado ya no escalo, sólo subo.
La historia del agua es una cascada estupenda, pero hay que reconocer que es demasiado grande para mí. Si quiero disfrutar tendré que buscar cosas más pequeñas.